41 años Trail del Agrónomo 2021
Llegó la hora de escribir. Veo banderas ondeando deseando que publique lo que he aplazado durante años. Mi gusto por las letras era fugaz. Sentía que no era lo mío. Pero quien te dice qué es lo tuyo sino tú. Ayer conocí el verdadero amor divino al conectarlo con una situación que me había pasado en el trail del agrónomo en Tetela del Volcán, Morelos. No soy de las personas experimentadas que saben a lo que van con lujo de detalle. Me gusta la aventura, las sorpresas, conocer personas en el camino y sobretodo, ver lo que quiere que vea mi Señor.
En mis primeras misiones conocí un experiencia que definió mi carácter. El ir por el mundo y predicar el evangelio es una de las tareas que siempre me han llamado la atención. Descubrir en el amado al verdadero Amor es una de las tareas que poco a poco me irian llevando a la fuente divina.
Me gusta la música y llevaba mis audifonos en ese trail. No recuerdo en que kilómetro decidí quitarmelos y oir el sonido de la montaña. Respiré profundamente agradeciendo el aire puro que llenaba mis pulmones. Recuerdo como cuando fumaba, el humo invadía mi cuerpo y lo expulsaba sintiendo una gran dicha de placer. Lo de ayer fue simplemente el éxtasis de aire en mis pulmones. El olor a leña, el olor de la brecha y cuidando cada paso que daba con el fin de no caer en algún accidente.
Decidí quitarme los audífonos por si alguien necesitaba ayuda. Y empecé a oir la música como si fuera una pesadilla. Aquella canción no me dejaba. Seguía y seguía y yo quería pensar en otra cosa. Solté esa cadena que me atormentaba y encontré en la invocación al Espíritu Santo, que me enseñaron mis queridos legionarios de Cristo en la primaria, la paz que buscaba. Empecé a oir sin cadenas, sin candados que me llevaran lejos de la misión. El ave María me reconfortaba y exploté cuando mis piernas se empezaron a acalambrar. Era como si no quisieran que siguiera. Pero soy aferrado y estiré con tranquilidad y pude lograr subir la colina hasta ver a Don Goyo cara a cara.
Hasta ese momento vi lo que decía el escudo del Instituto Cumbres. Había una montaña. Era el comienzo de una aventura.
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